Abrazando las malas decisiones
(He traducido este blog al español para compartir mis ideas con hispanohablantes, y para practicar mi expresión escrita en el idioma. Ya que el español no es mi lengua materna, ten paciencia conmigo, y siéntete libre, querido lector, de sugerir correcciones.)
He escrito antes que incluso las empresas grandes, de las que se esperaría que supiera mejor, toman decisiones tontas. Lo que tal vez no sea obvio es que las malas decisiones no solo sean inevitables sino también buenas.
Eso suena extraño, pero aquí hay una demostración corta. La buena toma de decisiones muchas veces requiere tiempo, esfuerzo o pericia. Dado que no todas las decisiones son igualmente importantes, no siempre tiene sentido invertir o adquirir esos recursos. Por lo tanto, a veces tomaremos una decisión que resulta ser incorrecta en retrospectiva, porque decidimos no emprender el trabajo requerido para tomar una mejor. Esto es algo bueno.
Es algo bueno porque, dada la finitud de los recursos, no hay manera de hacerlo todo correctamente siempre. Si tenemos suerte, a veces tenemos la oportunidad de elegir dónde cometemos nuestros errores, pero eso es todo. En estos casos, deberíamos elegir estropear las cosas menos importantes, porque la única alternativa es estropear las más importantes. Esto no es una rendición a la mediocridad; es un reconocimiento de las limitaciones.
Así que, ¿recuerdas esa vez que dejaste ese feo botón en tu sitio web porque no podías pensar en nada mejor, y sólo tenías ganas de tomar un vaso de vino y mirar la puesta del sol? Tomaste la decisión correcta.