Claridad como bondad
(He traducido este blog al español para compartir mis ideas con hispanohablantes, y para practicar mi expresión escrita en el idioma. Ya que el español no es mi lengua materna, ten paciencia conmigo, y siéntete libre, querido lector, de sugerir correcciones.)
Poco después de empezar mi primer trabajo de tiempo completo, envié un correo electrónico al jefe de mi jefe. No recuerdo la razón, pero sí recuerdo que a los pocos minutos me respondió, característicamente en minúsculas y sin puntuación, pidiéndome que se lo reenviara, esta vez con un asunto.
Estaba avergonzado, pero no me ofendí. Era un hombre particular, que sin duda tenía un sistema para evaluar la correspondencia copiosa que recibía. Un email sin asunto le obligaba a hacer clic en él, malgastando su tiempo. Aprendí entonces que construir un asunto debidamente redactado no era meramente una manera para que el remitente transmita información; era una comodidad para el receptor. Y no hacer ese esfuerzo era ser desconsiderado.
Toda la comunicación es así. Mi propósito principal es poner lo que hay en mi cabeza dentro de la tuya. Pero mi propósito secundario debería ser no agotarte en el proceso. Para hacer eso, mi comunicación tiene que ser clara.
La claridad es difícil. Lo que está claro para mí tal vez no esté claro para ti, así pues requiere la empatía. Tengo que ponerme en tu lugar, haciendo una suposición informada de lo que sabes, lo que entenderás fácilmente, y lo que te confundirá. Tengo que elegir palabras que vas a entender, aunque otras palabras sean mas precisas, o me vengan a la cabeza más fácilmente. Puede que tenga que repetir, si sospecho que te vas a perder algo importante la primera vez. También tengo que ser breve, porque tal vez dejes de prestar atención después de un tiempo. Eso es mucho trabajo. Si los buenos modales están hechos de los pequeños sacrificios, como escribió alguna vez Emerson, la buena comunicación está hecha de algunos más sustanciales.
Estos sacrificios son la razón por la cual la mayoría de las personas no son claras. Es más fácil vomitar lo primero que te venga a la mente, copiar la explicación de otra persona y añadir “Ver arriba”, dar prioridad a tu propio conocimiento y ego, que imaginar a tu audiencia, ordenar tus pensamientos, e iluminar el camino más corto al entendimiento mientras oscureces los demás.
Pero cuando no haces ese sacrificio, entiende que no sólo estás siendo vago. Estás siendo poco amable. Cada vez que obligas a alguien a volver a leer tu texto, a hacerte dos o tres preguntas de seguimiento, o a viajar por el camino equivocado debido a malentendido, le has hecho un agravio. Le has quitado algo que no te pertenecía, y tiene razón para estar molesto.